A Sorta Fairytale: Primera Parte

|
Tu piel rosada llena de vellos me habría hecho sentir la erección más dura en veintiocho años. Pensaba que eras pretencioso y superficialmente proporcional a mis prejuicios por los de tu tipo. Me gustaba juzgarte por tu belleza material, me esforzaba muy poco en llamar tu atención, vacilaba en sentirme distante de tu energía que robaba mis sueños por alguien como tú.

Tu labio inferior delataba mis nervios cuando estuve contigo por primera vez;  recuerdo estar ausente de cualquier expectativa; tu labio inferior me causó tanta curiosidad por el contraste en su grosor con tu labio superior. Olías a Armanimanía y vestías de Pull & Bear, me habrías puesto más nervioso de haber sabido que era una cita. Me contabas que estabas en el octavo semestre de Diseño Gráfico, mientras yo te contaba una sarta de estúpideces que evidenciaban mi falta de experiencia con los de tu tipo. Me impactaba tu risa, tu voz y tu sonrisa angelicalmente diabólica.

Volveríamos a vernos varias veces más, me contabas de tu ex novio y yo te contaba cosas que te parecían interesantes, profundas y encantadoras como semanas después me habrías de confesar. Poco me importaba tu corazón porque no tenía ningún interés romántico en ti. Estabas muy lejos de parecerme alguien para mi. Descubiertos por el sol queretano del invierno de febrero, tus brazos blaquísimos y tu nuevo corte de cabello llamaban exageradamente mi atención. Coqueteabas conmigo sin darme cuenta, me enviabas textos cada que se te pegaba la gana, tantos que pensé que estaba soñando.

Me confesaste entonces los secretos más íntimos, que me resultaron impactantes como si quisieras alejame de ti. Tu labio superior me causaba gracia, tus grandes ojos aceitunados me miraban de tal forma que me incomodabas y me ponías más nervioso. Lejos de alejarme me acerqué más y más a ti, contigo, conmigo. Jugabamos a preguntas rápidas con el afán de descubrirnos sin titubeos.

Envidiaba tu metabolismo que consumía tantos carbohidratos como sabritas con valentina, salsa maggie y limón. Montarme en tu auto me hacía sentir bien, me gustaba conectar mi viejo iPod a tu stéreo y escuchar a "La Casa Azul", "Tori Amos", "Rachael Yamagata", "Cat Power", y el soundtrack de "I'm Not There". Estabas guapísimo aquél día que me robaste un beso en la banquita de Plaza de Armas. Pasaban de las 12 de la noche y aunque ambos teníamos que madrugar, el tiempo en horas se reducía a minutos.

... continuará...

1 comentarios:

jEZO dijo...

Interesante y sexy. Espero con ansias la continuación.

Publicar un comentario